American Gods, la serie de TV que adapta la novela de Neil Gaiman

El pasado 1 de mayo aterrizó en las pantallas de todo el mundo la serie American Gods. El estreno en Estados Unidos fue un día antes, a través del canal de televisión premium STARZ, y al resto del mundo llegó por medio de Amazon Prime Video.

Desarrollada por Bryan Fuller (creador de la serie Hannibal) y Michael Green (guionista de la reciente Logan y de la esperadísima Blade Runner 2049), American Gods adapta la novela homónima escrita por Neil Gaiman y publicada por primera vez en 2001.

La serie narra la historia de Sombra, un hombre enigmático, de pocas palabras, encarcelado por un robo del que se arrepiente cada día que pasa entre rejas. Gracias a una conducta ejemplar, su condena fue reducida considerablemente. En casa ya preparaban su fiesta de bienvenida cuando, inesperadamente, es puesto en libertad antes de lo previsto. Su esposa, Laura Moon, ha muerto. En su viaje de vuelta a Eagle Point, donde vivía antes entrar en prisión, se topará con Wednesday, quien le ofrecerá un trabajo e insistirá hasta que Sombra acepte, intrigado por todo lo que este extraño desconocido parece saber sobre su vida. Hasta aquí es un primer acto propio de una novela negra, el tipo que sale de la nada para ofrecer una oportunidad a un pobre desgraciado que lo ha perdido todo. Aunque podría ser igual de divertido, la mente de Gaiman siempre habita territorios poco transitados, así que Sombra descubrirá que Wednesday es en realidad Odín, el rey de los dioses nórdicos, señor de la guerra, de la muerte, de la sabiduría y charlatán profesional, entre otras muchas ocupaciones. Juntos emprenden una travesía que les llevará a cruzar Estados Unidos para visitar a viejos amigos de Wednesday y tratar de reunir a todos los que estén dispuestos a defenderse de los nuevos dioses que amenazan su existencia.

Al igual que en la novela, la trama principal se combina con pequeños capítulos; leyendas e historias situadas en la Edad Media, en el siglo XIX o en la actualidad, en las que se cuestionan la naturaleza de los mitos, el origen de las creencias humanas y, la piedra angular de la voluminosa y variada bibliografía de Neil Gaiman, la delgada frontera – si es que existe – entre lo real y lo imaginario.

Ambicioso cuanto menos, si cualquier adaptación encierra cierta complejidad, esta en concreto considero que supone un reto mayúsculo y trataré de explicarlo. En el texto de Gaiman, el narrador, externo y omnisciente, en muchas ocasiones apunta muchísimos detalles: pensamientos, recuerdos, dudas que asaltan a Sombra ante una realidad que parece ser muy distinta a lo que él creía. De hecho, la novela puede entenderse como un ensayo sobre cuestiones básicas y fundacionales de nuestro mundo que, por su antigüedad, no suelen ser el centro de muchos debates; ¿de dónde vienen los dioses?

Para tranquilidad de los más puristas, la serie es suficientemente fiel al libro como para poder verla sin sentirse profundamente traicionados. Eso sí, se toman ciertas licencias en cuanto al orden de los factores en determinadas escenas, probablemente para despertar algo más de interés en el espectador y que se vean obligados a ver el siguiente episodio. Más allá de si han calcado la novela o no, lo cual no creo que sea un indicador infalible de calidad, los creadores han logrado articular una narración coherente con el discurso central de la obra original.

En el apartado estético, destaca la búsqueda del impacto, desde la fascinación por la sangre borboteando de cuerpos desmembrados en las escenas de acción hasta el marcado contraste de todos los planos, lejos de cualquier intención realista. Cada capítulo, como es costumbre, comienza con un opening, en este caso diseñado por la compañía Elastic, responsable también de los créditos iniciales de Westworld (HBO). En él podemos ver esculturas griegas bañadas en luces de neón, un buda resplandeciente con una sonrisa propia de quien va pasado de vueltas, elegantes coches de gama alta y una imponente águila que corona el tótem de símbolos actuales y anticuados (o no). Se agradece cuando las secuencias de apertura son algo más que un despliegue visual y nos ponen en situación.

Como punto final, me gustaría rescatar la frase que cierra el aviso para navegantes que incluye la novela, en el cual Neil Gaiman nos advierte que se trata de una obra de ficción, y que todos los personajes, elementos y lugares que aparecen también lo son o se enmarcan en un contexto ficticio, es decir, “Solo los dioses son reales”.

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Daniel Molina

Estudiante de cine y medios audiovisuales. Adicto a la cultura popular.

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