
Título: Psiconautas, los niños olvidados. Dirección y guion: Alberto Vázquez/Pedro Rivero. España, 2016, 76 min. Género: Drama.
Cuando se habla de animación española supone un reto no caer en la condescendencia y tratar la película en cuestión como un producto exótico, desatendiendo así sus individualidades y centrándose en la anomalía que supone su existencia en el panorama audiovisual de nuestro país.
En el caso de Psiconautas, los niños olvidados, su estreno venía precedido por el doblete de su autor Alberto Vázquez (A Coruña, 1980) en la última edición de los Goya; se llevó los premios a mejor cortometraje de animación por Decorado – también presente en la Quincena de Realizadores, sección paralela del Festival de Cannes, en 2016- y a mejor largometraje de animación por la propia Psiconautas, los niños olvidados – escrita y dirigida a cuatro manos junto a Pedro Rivero–. Su éxito en la gala podía interpretarse como un reclamo que implicaría una recepción mínimamente calurosa por parte del público, pero fueron muy pocas las salas que se decidieron a estrenarla y, por descontado, no pertenecían al circuito comercial; así que nunca sabremos cuál habría sido el resultado si su estreno no hubiera sido tan limitado.
Partiendo de su novela gráfica Psiconautas (Astiberri, 2006), Vázquez amplía el universo que ya presentara con sus cortometrajes -todos disponibles en su canal de Vimeo-, un compendio de relatos enmarcado por una sensibilidad y una estética comunes. De hecho, el cortometraje Birdboy (2011) funciona como una suerte de prólogo que introduce a los que serán los protagonistas del largometraje en el mundo postapocalíptico que se verán obligados a habitar.
Tras una catástrofe industrial, una pequeña población de animales antropomorfos ve cómo el número de habitantes se ve diezmado y los pocos supervivientes quedan sumidos en un letargo social. Birdboy, el chico-pájaro, enfermizo, incapaz de volar, comparte su adicción a las drogas con Dinki, una ratita cuyo único deseo es escapar de casa con sus amigos.
Esta sencilla premisa, la pretensión de huir del hogar, del pueblo, de la sociedad sirve como articulación para conectar las distintas obsesiones que Vázquez ya presentaba en sus anteriores trabajos: la suplantación de identidad, la paranoia, la deformación de los cuerpos -insectos invasores, esquizofrenia, percepciones alteradas- y el mundo como decorado; las cuales pueden condensarse en la que quizá sea la fuerza motriz de Psiconautas, el cuestionamiento de la propia realidad.
Entre la distopía orwelliana en lo temático y el arte lowbrow (o surrealismo pop) en lo visual, de Mark Ryden a Tim Burton pasando por Margaret Keane, Vázquez combina la belleza y la ingenuidad de sus dibujos con la crudeza de un cosmos despiadado para con los personajes, viéndose forzados a sobrevivir en los márgenes. El mayor logro de la dupla Vázquez-Rivero puede que sea la confianza en la riqueza de su imaginario para centrar su relato en la exploración del mismo, fragmentando la acción en distintos espacios: el bosque, la devastada zona industrial, un faro abandonado; a través de personajes a cual más desesperado, para mostrar las múltiples formas de expresión del horror, renunciando así a mecanismos dramáticos, a priori, más atractivos para el espectador.
Sorprende la capacidad de ahondar en el tormento de sus personajes sin caer en la humillación ni la flagelación; endebles o robustos, obesos o raquíticos, todos anhelan y carecen, ya sea de atención, de amor o de libertad, pero Vázquez y Rivero dejan vislumbrar una posibilidad de redención y ofrece destellos de belleza entre las tinieblas.
Daniel Molina
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