
Quien quiera hacer cine, que se moje el culo. Esta debió de ser la frase que a muchos de los cineastas se les habrá pasado por la cabeza. Tengas los recursos que tengas, quiero conseguir mi sueño. ¿Suena a frase de película? ¿Quieres hacer cine? ¡Hazlo!
Al pie de la letra se lo debieron de tomar aquellos jóvenes entusiastas del cine cuyos nombres pasaron a ser leyendas. Pues, ¿a quién no le suenan nombres como Kevin Smith, Tarantino, Robert Rodríguez o Peter Jackson? Desde luego la moda de cine “make yourself” está muy vigente y nombres como éstos atestiguan que, con buenas ideas, pasión y treinta mil dólares, puedes llegar a la meca del cine por la puerta grande.
Y es que llegar a Hollywood, donde cientos de jóvenes talentos se pasean a diario por sus estudios buscando la oportunidad de demostrar su talento, no debe ser tarea fácil. Hay que impresionar al personal. Y eso debió pensar nuestro protagonista, Sandy Collora, aquel 19 de Julio de 2003 en una de las pequeñas salas de proyección de la San Diego Comic Con en California, cuando, bajo el asombro de unos pocos cientos de personas, se proyectó Batman Dead End. Porque, ¿Qué cosa hay mejor para agitar a las masas geeks de la San Diego que un cortometraje del caballero de la capa, en el que no solo se va a enfrentar al Joker, ¡si no a Predator y a los xenomorfos de Alien!? El festín estaba servido en el evento, y tan solo una semana después de ser subido a internet fue descargado más de seiscientas mil veces, que se dice pronto. El resto, como suele decirse, es otra historia.
Collora, ilustrador, modelador, artista conceptual y gran dibujante tiene una larga carrera a sus espaldas como especialista en efectos especiales, y blockbusters como Men in Black, Jurasic Park, Robocop 2 o Predator 2 corroboran su capacidad creativa. Gran amigo y colega del legendario escultor Henry Alvarez, cuyo trabajo podemos ver en grandes clásicos como Leyend o The Thing, fundó en el año 2000 Montauk Studios, su propio centro de operaciones, con el que rápido planeó dar el siguiente paso, dirigir sus propias películas.
No es raro encontrar a directores que aparte de desempeñar esa labor, son además grandes dibujantes y amantes de los comics, como los casos de James Cameron, Ridley Scott o Guillermo del Toro. Collora no podía ser menos, y tras una temporada dirigiendo spots publicitarios se lanzó hacia el proyecto que pretendía usar de catapulta para su entrada triunfal en los grandes estudios. Hacer una película de Batman.
Para ello quería contar con el diseño del personaje que para él era el más representativo. El que le dio Neil Adams durante los 70. Para sazonar bien el cortometraje añadiría a otro de sus personajes favoritos, Predator. Además, ante el asombro y desconcierto de sus colegas, invertiría de su propio bolsillo poco más de treinta mil dólares para llevar su sueño infantil a la realidad. Y es que todo puede caber en la cabeza de un fanboy amante de la revista Heavy Metal con ganas de llegar a lo más alto.
Lo que parecía una locura se convirtió pronto en un trajín de trabajo en Montauk, y es que para el papel de Batman se llegó a contactar con Sylvester Stallone, que incluso visitó las instalaciones donde todo se estaba fraguando. Para desilusión del novel director, el actor se bajó del carro por temas de intereses comerciales y finalmente se optó por Clark Bartram, un forzudo profesional de fitness considerado el “America’s Most Trusted Fitness Professional” (así son estos americanos), con el que contaría además en futuros trabajos. La broma le salió bien, y tras un rodaje de veinte días la proyección fue todo un éxito con gran repercusión en los medios especializados y en el fandom en general, siendo elogiado por artistas reconocidos como Alex Ross y Kevin Smith. Finalmente llegó el momento deseado para Collora. Las ofertas para dirigir llamaban a su puerta.
Al igual que le pasó al protagonista de Dawson’s Creek, su contacto con los estudios no fue lo que esperaba. Y es que Hollywood no deja de ser una máquina de hacer dinero donde el interés artístico importa más bien poco y los intereses financieros más bien mucho. Guiones tales como Doom, Nightcrawlers por parte de la Warner, Shazam de New Line Cinema e incluso The Creature from the Black Lagoon y otros título que no dejaban de ser secuelas, fritos o refritos de otras películas caían a pares en sus manos. Películas malas y malos guiones que tendría que limitarse a dirigir sin poder rechistar no cabían en la mente de un Collora cuya idea era completamente diferente, que se negaba a entrar por el aro de los trajeados de Hollywood a favor de sus propios principios, y cargado de ideas de proyectos propios mucho más satisfactorios.
Este portazo a lo que pudo ser un nuevo rumbo profesional, es lo que posiblemente sea más llamativo de la forma de ser de Sandy. Si nos fijamos en el panorama general, grandes directores de la talla de Cameron o David Fincher, tienen a sus espaldas hijos bastardos de los cuales no quieren ni acordarse. Es el caso de Piraña 2 o Alien 3 respectivamente, los cuales no impidieron a sus progenitores dirigir éxitos como Terminator 2 o Seven.
Estaba claro que el rumbo de Sandy Collora, sería otro completamente diferente. Si quería hacer su propio cine tendría que ser por otras vías.
Sin perder las ganas de llegar a la dirección de un film propio, escribió numerosos guiones tales como Hail, Brimstone, The Hive y que por el que más apuesta, The Circle, una película de gladiadores alienígenas para el que tiene preparado infinidad de diseños y esculturas. Pero la elegida fue Hunter Prey, una cinta con cierto regusto ochentero ambientada en un planeta desértico cuyos protagonistas, humano y alienígena, pertenecen a dos facciones en guerra. ¿Nos quiere sonar a Enemigo mío? Posiblemente.

Menos de medio millón de dólares y dieciocho días de rodaje en condiciones espartanas en pleno desierto de Méjico, dieron a luz este film de ciencia ficción protagonizado, nuevamente, por Clark Bartram. En noventa minutos de cinta paseando en áridos escenarios de un planeta desconocido, vemos que Collora puede estirar más que un chicle un ínfimo presupuesto para una película de ciencia ficción. Una película que, pese la cierta lentitud con la que a ratos se desarrollan los acontecimientos y la monotonía que nos puede transmitir el paisaje, es más que aceptable y recomendable para todos los amantes de la ciencia ficción.

La cinta se publicó en el 2010 y salió al mercado directamente en DVD, pero no tuvo la aceptación deseada en su propio país, siendo a su vez, muy popular en países como Australia o Japón según dice el propio director.
Desde luego, si por algo se puede describir al cabeza de Montauk Studios, es por la perseverancia. Y lejos de desanimarse por sus fiascos, retomó las andaduras en 2015 cuando presentó su nuevo proyecto Shallow Water que sacaría por medio de la plataforma kickstarter. La cinta, esta vez de terror, no llegó a la meta propuesta (550.000 dólares) siendo relanzada en 2016 bajo el nombre de Shallow Water: 2.0 donde finalmente consiguió recaudar lo necesario y actualmente está en pleno rodaje.

La odisea de esta persona es, sin lugar a dudas, un claro ejemplo de lo que significa luchar por los sueños sin desfallecer. Un duro camino que llevaron a cabo cineastas como el propio Kevin Smith y su película Clerks o Peter Jackson con Bad Taste, con las que llegaron a conseguir éxito profesional. La intrincada vida detrás de las cámaras esconde historias más increíbles, si se puede, que las propias reflejadas en el celuloide, por lo que es interesante seguir a las nuevas promesas en su camino hacia el éxito. Siempre es satisfactorio decir: ¿Sandy Collora, el director? Le conocía antes de haberse hecho famoso.
¿Quién sabe lo que el futuro nos puede deparar?
Mike-Man
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