
El pasado 4 de abril, en el aula magna de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Zaragoza, Antonio Altarriba dio el pistoletazo de salida del primer Congreso Internacional de Estudios Interdisciplinares sobre Cómic (CIEIC)
Lo que comenzó como un modesto proyecto de cuatro jóvenes investigadores con ganas de aprender, debatir y conocer al resto de colegas que trabajan en torno a la historieta, acabó siendo un congreso internacional organizado desde el departamento de Historia del Arte de la citada facultad y con el apoyo de varios grupos de investigación que, sin ser especializados en cómic, apostaron por dar impulso a esta empresa.
La cita, que bebía de otros encuentros universitarios recientes como el de Alcalá en 2011 o el de Valencia en 2015, estaba llamada a ser un lugar de encuentro y debate para quienes tenemos al cómic como centro de análisis de nuestras investigaciones. Y así fue. Durante tres días pasaron por la ciudad decenas de investigadores de numerosas universidades nacionales e internacionales quienes, desde muy diversas disciplinas (desde la historia hasta la didáctica, pasando por la arquitectura, el periodismo o la filología), mostraron que los estudios sobre cómic están, en general, de enhorabuena.
Creo que el mayor valor del CIEIC fue servir a modo de estado de la cuestión del aquí y del ahora, para lo bueno y para lo menos bueno. Empecemos por lo segundo: decía el propio Altarriba en su ponencia inaugural que los investigadores sobre historieta, a consecuencia de ciertos problemas estructurales del propio desarrollo de este tipo de estudios, solemos creer que estamos “descubriendo el Mediterráneo” cada vez que utilizamos este medio de comunicación en nuestras respectivas disciplinas. Por ello, normalmente tendemos a explicar por qué escogemos el cómic, por qué su valor y su uso; cuáles son los mecanismos más básicos de su idiosincrasia como medio híbrido con palabras e imagen; casi siempre añadimos un apartado para su historia (qué menos); y, de este modo, desarrollamos todo tipo de argumentos para poner en valor un medio, una fuente de estudio, que ya nadie pondría en duda. Seguramente, esto deje de ocurrir en el momento en el que los estudios sobre cómic, la historietología si queremos llamarla así, tengan un corpus bibliográfico y teórico propio lo suficientemente desarrollado como para crear una corriente historiográfica que les dé entidad e identidad. Ello evitará que dejemos de descubrir el Mediterráneo en cada investigación y nos centremos en profundizar en los diferentes análisis, que en ocasiones siguen quedándose en un nivel muy superficial.
Pero no todo es negativo, claro. Lo mejor y más positivo de los estudios de cómic en la actualidad, y así se constató en el congreso, es que están creciendo y multiplicándose en todas las áreas del conocimiento, por parte de investigadores e investigadoras jóvenes con formación cada vez más especializada. La universidad, pilar central de la investigación en nuestro país, está dejando de ver al cómic como a un extraño, y la prueba es que estamos viviendo una especie de boom de tesis y trabajos de máster con esta fuente como protagonista. Sin olvidar, por supuesto, a todas esas personas que desde fuera del ámbito estrictamente académico trabajan, investigan y aportan valiosos conocimientos sin el abrigo institucional, aspecto este que daría para otra reflexión aparte.
Sea como fuere, después de cinco décadas de crítica e investigación sobre cómic en España, cuyo análisis desarrolló magistralmente Altarriba en su ponencia, queda ver qué ocurrirá a partir de ahora: quiénes de esos jóvenes investigadores e investigadoras prosperarán en su carrera académica hasta alcanzar puestos docentes en las universidades, desde los que dirigir tesis doctorales con mayor conocimiento del medio y trabajar a través de grupos de investigación especializados; y, como consecuencia de lo anterior, cuándo y de qué manera el cómic formará parte de los planes de estudio (y de esos grupos de investigación que decíamos) con entidad propia, aunque necesariamente interdisciplinar: porque el propio medio nos obliga a leernos, conocernos y entendernos entre nosotros para poder incrementar ese necesario corpus teórico que mencionaba antes. En definitiva, salir del aislamiento, intelectual y físico, que fue otro de los grandes objetivos del congreso, y que también señala Michel Matly en su reciente estado de la cuestión de los estudios sobre cómic.
Lo que está claro es que, en palabras del maestro Altarriba, “el futuro empieza ahora”.
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