Coherencia narrativa

Si tuviera que elegir una sola palabra para definir lo más importante de una narración, esa palabra  sería «coherencia». Más que originalidad, más que elegancia narrativa, la gente que te lea te pedirá coherencia. Todo lo que escribas, todas las piezas de ese rompecabezas que es tu historia, todo ha de ser coherente.

Vale, a menos que busques la incoherencia a propósito como recurso estilístico. Pero normalmente no la querrás.

Cuando narras algo firmas un contrato tácito con las personas que te vayan a leer. En ese contrato ellas te ceden parte de su tiempo, que dedicarán a la lectura. Incluso te ofrecen lo que se llama «suspensión de la incredulidad»: no levantar una ceja cada vez que vean cosas raras como magos o extraterrestres. Se dejan llevar a la historia que has creado. Pero a cambio de todo eso te exigen que les ofrezcas una historia interesante, una que los saque de este mundo durante un rato.

En los términos de este contrato, la incoherencia es algo que jamás pueden perdonarte. Pueden aceptar que haya dragones, niños con superpoderes, ranas parlanchinas o una sociedad de robots. Lo aceptarán mientras ese mundo y sus elementos tengan coherencia. Si dejan de tenerla les disgustará tu relato, porque la incoherencia es lo que más rápido sacará a tus lectores de esa historia que estás contando.

Para evitarlo necesitas unos personajes coherentes. Sus reacciones han de tener sentido. Si hemos dicho que Fulanita tiene un miedo atroz a las arañas no podemos hacer que compre doscientas para que sean sus mascotas. Si hemos asegurado que es analfabeta no puede jactarse de haber leído a Ovidio en latín.

Eso, por supuesto, se aplica también a sus motivaciones. Los villanos, por ejemplo, deben tener un objetivo coherente. No puede ser que su plan de destrucción del mundo lo estén haciendo «porque sí» o porque un día perdieron una moneda de cinco céntimos.

Tus tramas también han de ser coherentes. No caigas en las tramas que solo funcionan porque el protagonista es estúpido o -mucho peor- porque lo es todo el mundo. No fuerces reacciones emocionales entre personajes solo porque necesitas que se separen o se junten.

Las soluciones a los problemas han de ser coherentes. Ejemplo radicalmente absurdo para que veas lo que digo: una bomba estaba a punto de explotar y matar a todos los personajes, pero al final no detonó porque por allí cerca había una churrería. ¿Tiene algún sentido para ti? No. Y para los lectores tampoco. Sin ir tanto al paroxismo: el malvado tiene a todos los héroes prisioneros a punta de pistola. Está dispuesto a matarlos, cosa que ha sido su objetivo todo el rato… pero al final no lo hace. Se va. Porque sí. Incoherente.

A estas alturas no hará falta que te diga que una resolución de problemas basada en el «deus ex machina» la puedes considerar incoherente y, por tanto, totalmente prohibida.

Tus sistemas de magia o de tecnología han de ser coherentes. Si hemos dicho que la transmisión del pensamiento no puede atravesar paredes… pues no puede. Y punto. Aunque nos venga muy bien para la historia hacer una excepción. Esa excepción sería incoherente y los lectores se sentirían estafados.

Lo mismo pasa con tus criaturas exóticas: también necesitan coherencia. Si has creado un temible depredador que vive en un planeta helado, no puedes hacer que en mitad de una persecución resbale en el hielo para dar un poco de tiempo para escapar a los protagonistas. El depredador caza todos los días en ese mundo helado, así que créeme si te digo que el hielo no le hace resbalar. Su alimentación depende de ello (y esta incoherencia concreta la he visto hacer en el cine).

Así que cuando estés revisando tus textos pregúntate siempre: ¿esto es coherente? Si no lo es, sobra.

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(Madrid, 1973) es un abogado especializado en Derecho de Nuevas Tecnologías y escritor de ciencia-ficción y fantasía. Ha participado en diversas iniciativas de activismo para la defensa de los Derechos Humanos, entre las que destaca ser parte integrante del movimiento Pirata internacional. Su primera novela publicada, “Con otros ojos”, fue finalista del prestigioso premio Minotauro. En ella se explora los riesgos de una sociedad en la que las fuerzas del orden tuvieran libre acceso a la mente de los ciudadanos. También es autor de la novela de humor “Magumba”, del "thriller" de fantasía urbana sobre terrorismo "Übermenschen" y de la guía divulgativa “Diplomacia tomando un café”. Fabián vive en Vigo con su esposa y su hija. En su tiempo libre juega a rol, tuitea sin descanso, consume todo tipo de productos subculturales y busca sencillos pasatiempos como aprender a hablar chino. Actualmente está abierto un proceso de micromecenazgo en Verkami para su obra "Los mundos que escribes". Se trata de un texto educativo para enseñar escritura creativa de fantasía y ciencia- ficción a adolescentes.

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