
A la hora de narrar una historia, lo perfecto puede ser enemigo de lo bueno. A veces nos obsesionamos por encontrar la trama más original, la que nunca nadie haya contado. Pensamos que esa es la única manera de hacer que nuestra obra destaque entre el mar de publicaciones existentes. Perseguimos esa chispa de creatividad, el «lo que no se le haya ocurrido a ninguna otra persona» al igual que los Caballeros de la Mesa Redonda perseguían el Santo Grial.
El problema es que tenemos en contra miles de años de Historia humana.
Desde tiempos inmemoriales hemos cantado nuestros cuentos y leyendas, los hemos escrito en pergaminos o papiros, los hemos grabado en la piedra de monumentos o en simples tablillas. Porque los seres humanos contamos historias; lo hemos hecho siempre y seguiremos haciéndolo.
Por eso es prácticamente imposible encontrar una idea que sea cien por cien original, algo que nadie haya narrado antes.
Tanto es así que a finales del s. XIX el escritor francés Georges Polti llegó a la conclusión de que solo había treinta y seis situaciones dramáticas. ¡Solo treinta y seis! Y no es difícil demostrarlo con ejemplos, incluso sacados de la ciencia-ficción o la fantasía: ¿La saga «Crepúsculo»? Es la situación «obstáculos al amor». ¿»El Señor de los Anillos»? Es «empresa osada». ¿»Stargate»? Es «conflicto con un dios». ¿»La fuga de Logan»? «Persecución». Y así sucesivamente.
Y ha habido autores que han reducido todavía más ese número. Ronald Tobias bajó de treinta y seis a veinte. Christopher Booker llegó a quedarse tan solo con siete.
Todo ello por no mencionar el conocido «Monomito» de Joseph Campbell, en el que se describe cómo los mitos más importantes tienen una estructura similar, sin importar su origen geográfico o cultural.
Con estos antecedentes, la idea de que ahora vayamos a encontrar una idea narrativa completamente original parece más inalcanzable. Pero quizá nos estamos equivocando. Quizá encontrar ese Grial, esa historia que nadie haya contado antes, sea menos importante de lo que creemos.
Jim Butcher, el autor superventas de «The Dresden Files», tuvo hace años un desafío en internet. Él sostenía que lo importante para crear una buena historia no era tanto la idea original sino cómo se desarrollara esa idea. Quienes rechazaban esa teoría afirmaban que, al contrario, sin una buena idea no se puede escribir una buena historia. Finalmente, un internauta desafió a Butcher: lo retó a que escribiera una buena historia basada en una idea estúpida. Butcher aceptó el desafío y subió la apuesta, diciendo que no solo lo haría sino que se basaría en dos ideas estúpidas, las que eligiera el retador. Las ideas elegidas fueron «Pokémon» y «la legión perdida».
Con ellas, Jim Butcher creó la saga «Codex Alera», un mundo de inspiración romana basado en el mito de la legión perdida, en el que los legionarios tienen a su servicio criaturas mágicas elementales llamadas «furias», que aparecen cuando el dueño las invoca y luchan entre sí.
«Pokémon» y «la legión perdida».
«Codex Alera» se convirtió en una saga famosa porque Butcher fue capaz de cumplir su promesa: crear una buena trama a partir de esos dos malos conceptos. Y con ello demostró su argumento, que lo que importa no es la idea.
Lo que importa es cómo se desarrolle esa idea.
Encontrar una trama original es casi imposible, lo acabamos de ver. Pero sí se puede encontrar maneras creativas de contar historias que ya han sido narradas. Y eso puede dar lugar a una creación de éxito.
«El Rey León», por ejemplo, no es sino una derivación de «Hamlet». «Canción de hielo y fuego» tiene elementos que ya han sido explorados hasta la saciedad: luchas de poder de reyes medievales, dragones, una amenaza mágica imparable,… «Star Wars», en lo básico, es una historia de naves espaciales y la lucha del Bien contra el Mal (argumento más que utilizado).
Todas estas obras tienen un punto de partida más que exprimido. Pero su mérito es que cogen esa historia manida y la cuentan de otra forma. Y eso es lo que las hace interesantes.
Así que a la hora de narrar una historia quizá sea bueno recordar este humilde consejo: emplead menos tiempo en buscar la idea perfecta y más en su desarrollo. Os saldrá a cuenta.
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Me ha encantado tu artículo Fabian :). Había escuchado hablar ya del reto de Butcher, pero siempre es un magnífico ejemplo. Con el tema de las ideas, al igual que con el estilo, muchas personas olvidan que todos tenemos una huella personal y una perspectiva única. Si «robas» ideas de aquí y allá con elegancia (juntas tus influencias) y cuentas una historia con pasión siempre va a tener algo único e inimitable.
¡Gracias por el comentario! 🙂
En efecto, creo que el sello personal es lo que hará que nuestra creación sea especial, aunque el tema ya se haya contado de otro modo. Cada cual teje sus historias de una forma, y eso es lo que las hace únicas y bellas.